MI RENCUENTRO CON LA COMIDA "¡Otra vez sopa de verduras!", pensaba con fastidio, mirando mi plato con desinterés. Si soy honesta, mi relación con la comida siempre fue complicada. Cuando era niña, la comida era un juego, pero al crecer, se volvió algo confuso. Con 15 años y viviendo aquí en Naucalpan, entre la escuela, mis amigos y las redes sociales, todo el tiempo escuchaba sobre dietas milagro, cuerpos perfectos y "comida prohibida". Y claro, yo quería encajar. Empecé a obsesionarme. Contaba calorías, evitaba ciertos alimentos y me sentía culpable si comía algo "malo". Mi energía bajó, mis cambios de humor eran constantes y, la verdad, me sentía más infeliz que nunca. Mis papás lo notaron. Mamá, que siempre ha sido muy observadora, me veía sin ganas de comer y siempre cansada. Un día, después de que dejé mi cena casi intacta, se sentó a mi lado. "Monse", me dijo con voz suave, "¿Qué está pasando con la comida? Te veo preocupada". En ...